lunes, 31 de marzo de 2014

Octavio y los patos


Me gustaría ser Octavio Paz y cumplir ahora cien años. Ser un poeta y escribir cosas que hablen de estrellas de colores que se apagan o que amar es combatir.  Pero en lugar de eso me irrito y recojo patos de plástico amarillo de la bañera. Tal vez el martes o el viernes seré una hora feliz. O un segundo. Probablemente no. Callaré, como siempre. En vez de un poeta seré una mujer irritada por los patos amarillos de la ducha. Tan pequeño es lo que escribo y lo que siento.


martes, 11 de marzo de 2014

Retrato de familia

 Este es el microrrelato que he mandado esta semana al concurso de "Relatos en cadena", de la SER. El cuento tenía que comenzar por la frase "Nuestros mismos ojos". Espero que os guste.

Nuestros mismos ojos heredaron también los mellizos Lucas y Pepa Rodríguez Girón. Llevaban mis apellidos pero con el orden cambiado. No quise ponerles el del padre por razones obvias. A medida que se hacían mayores, más personas me decían aquello de que los perros acaban pareciéndose a su amo. Y yo, tan orgullosa.


Obviamente,  esta semana no he ganado.

jueves, 6 de marzo de 2014

Adiós y hola

Este es mi relato, que ha sido el ganador de la primera semana de marzo en el concurso de "Relatos en cadena" de la SER. La frase de inicio era "Tanto visitante inesperado". Espero que os guste.



 Tanto visitante inesperado me llenó de zozobra. Mi padre, hombre algo tosco y de pocas palabras, nunca tuvo muchos amigos. Pero entre aquel grupo de gente que había acudido al tanatorio a despedirse de él y a darnos el pésame a mi madre y a mí, había bastantes rostros desconocidos: algunos hombres que supuse amigos de la mili o de la infancia, una mujer rubia y llorosa, otras que la consolaban. De pronto, alguien me puso una mano en el hombro. Me volví y vi a un joven que tenía mis mismos ojos. Nuestros mismos ojos.

martes, 4 de marzo de 2014

Sí, estoy en el puto p y lo que sigue

Los lunes los pasamos al sol. Literalmente. O aguantamos el chaparrón, si es que llueve. Los todavía trabajadores de RTVV de la delegación de Castelló acudimos cada lunes a la redacción. Ya allí, invariadamente, un guardia de seguridad nos atiende a través de la reja. Le entregamos un papel en el que explicamos a la empresa que tan poco nos quiere, que hemos acudido a nuestro puesto de trabajo, ése por el que todavía nos pagan, y que no hemos podido acceder a él: una reja, la obcecación del molt honorable y los votos de los diputados del Partido Popular nos lo impiden. Él nos pone un cuño en ese folio... y hasta el lunes siguiente. Visto. Enterado. Y a mí qué.
Por la tarde, tengo cita con Anita, una profesora muy simpática que intenta enseñarme algo de alemán. Das ist eine Banane. Das ist meine Banane.

Los martes me visita la señora C. Es una mujer de 85 años (en absoluto una anciana) que ha tenido una vida llena de vicisitudes. Se supone que voy a escribir sobre ella, pero en realidad hacemos terapia. Pongo la cafetera, saco el chocolate y las galletas, la escucho, se me llenan los ojos de lágrimas e intento disimular. "¿Lo dejamos por hoy?", me pregunta, dulcemente, cuando revive algún recuerdo tan doloroso que todavía no está preparada para compartir conmigo. C. no es en absoluto dulce, sino una mujer hecha de pedernal, rocosa. La dulzura es sólo para reconfortarme. Ella a mí. Y lo consigue. Terapia.

Los miércoles voy a clase de valenciano con Manolo Carceller. Es una hora y media llena de risas y buen humor... y aprendizaje. Ase, somera; pallasso, pallassos; plebeu, plebea. 

Los jueves... pues los jueves los reservo para lo que no tengo tiempo de hacer el resto de los días. Porque los viernes tengo una cita delante del Palau de la Generalitat, a las 12 y 19 en punto. Moniato, moniato, moniato! Fabra, dimissió! RTVV tornarà!

Y camino, y voy a la compra, y cocino, y limpio, y escribo, y hago disfraces con bolsas de basura, y cuido de mis (tres) niños, y voy a la peluquería, y quito por fin esas telarañas de la lámpara, y, y, y. Y gracias que tengo un marido que también está en el puto p y lo que sigue, que si no...

Mis días están llenos de tareas, muchas más que cuando estaba trabajando. Algunas, poco agradables; otras, como escribir, repletas de ilusión y espero que de futuro. Así que a veces pienso que aún te voy a tener que dar las gracias, Alberto. Igual aquel 29 de noviembre me hiciste un favor. Igual aquel 29 de noviembre me hiciste una mujer.