Lidia Sanchis Sorribes
martes, 19 de abril de 2016
Testamento
Semana 26 de Relatos en cadena, el concurso que organizan @laventana y @deescritores. En esta ocasión la frase de inicio era "Acuérdate de lanzar mis cenizas al mar". Y esta ha sido mi propuesta:
Testamento
-Acuérdate de lanzar mis cenizas al mar, es lo único que te pido, hijo mío. Pero no me abandones en este inmenso salado cementerio griego sino devuélveme a mis hermanos, si es que queda alguno vivo; retórname a mi tierra, a Tartús, a nuestro pueblo; que mis restos se diluyan en el Mediterráneo pero en la otra orilla, donde dejamos amarrada la barquita en la que tú y yo salíamos a pescar antes de que estallara la guerra. Allí donde me espera tu madre.
lunes, 11 de abril de 2016
Sirena de ojos verdes
Semana 25 de Relatos en cadena, el concurso que organizan @laventana y @deescritores. En esta ocasión la frase de inicio era "El día que una ola salte más de lo convenido". Y esta ha sido mi propuesta:
Sirena de ojos verdes
El día que una ola
salte más de lo convenido y unas gotas de agua salada salpiquen sus pies
desnudos -la piel requemada por el sol-, el niño sabrá que por fin ella regresa
y dejará de mirar hacia adelante -los ojos resecos por el salitre- buscando el
punto exacto del horizonte por donde dice su padre que su madre se fue.
miércoles, 6 de abril de 2016
Tatiana
Semana 24 del concurso "Relatos en cadena", organizado por @laventana y @deescritores. La frase de inicio era "Deja unos puntos suspensivos". Y estas son mis propuestas.
Tatiana
Deja unos puntos suspensivos entre gemido y gemido para poder acordarse
de su nombre. Y si no, susurra un ‘te quierrro’ o un ‘carrriño’ justo en el
momento adecuado. Siempre da resultado y ellos ni siquiera notan cuánto le
cuesta a ella pronunciar las erres.
Amor y punto
Deja unos puntos suspensivos en cada encuentro, así,
como de propina, aunque ella amó sus puntos y comas desde el principio. Gracias
a ellos parecía que todo lo que fuera a acabar, continuaba. Eran como
una señal entre ambos que pocas de sus anteriores parejas supieron apreciar. La
mujer se desnudaba cada vez con un “te quiero” al que el hombre respondía
invariablemente con un “lo sé”. Ella temía el día del punto y final y por eso
saboreaba cada cita como si fuera la última.
lunes, 21 de marzo de 2016
Fátima
Imagen: RTVE |
Semana 23 del concurso "Relatos en cadena", organizado por @laventana y @deescritores. La frase de inicio era "Las palabras que ha aprendido por la noche". Y viendo imágenes como ésta sólo pude escribir esto:
Fátima
Las palabras
que ha aprendido por la noche las olvida por la mañana. Su madre le susurra con
dulzura “muñeca”, “pan” y “azúcar”, quedamente, con cuidado de no despertar a
sus hermanos, con una voz que quiere ser la misma con la que hace unos meses le
contaba cuentos en la luminosa habitación de su casa. Pero en cuanto amanece y
la pequeña Fátima pone un pie fuera de la tienda de campaña, todos sus sueños
quedan sepultados en el barro.
Lengua de sueños
Las palabras que ha aprendido por la noche no tienen ningún sentido por la mañana, en cuanto se cuela por una raja de la tienda el primer rayo de esa luz mortecina que envuelve todo el campamento. No comprende el empeño de la maestra de escribir en el barro con un palo palabras en alemán: guten Morgen, will ich Brot. Los niños y ella, contentos, repiten en voz alta esos sonidos extraños. Pero Houda sospecha que nunca llegarán a vivir en esa lengua con la que, a veces, hablan en sueños.
Las palabras que ha aprendido por la noche no tienen ningún sentido por la mañana, en cuanto se cuela por una raja de la tienda el primer rayo de esa luz mortecina que envuelve todo el campamento. No comprende el empeño de la maestra de escribir en el barro con un palo palabras en alemán: guten Morgen, will ich Brot. Los niños y ella, contentos, repiten en voz alta esos sonidos extraños. Pero Houda sospecha que nunca llegarán a vivir en esa lengua con la que, a veces, hablan en sueños.
miércoles, 16 de marzo de 2016
Muslo o pechuga
Semana 22 del concurso "Relatos en cadena", que organizan @laventana y @deescritores. La frase de inicio fue "Lo que daría porque fuese ya de día y su dulce voz me susurrase "lavavajillas", "espumadera" o "colesterol". Mientras, yo pensaba en muslos".
¡Lo que daría porque fuese ya de día y su dulce voz me susurrase "lavavajillas", "espumadera" o "colesterol"! Pero en cuanto caía la noche, se empeñaba en pronunciar la palabra "muslo" y, aunque yo me resistía, se me hacía la boca agua sin poderlo evitar. Sobre todo, si detrás de ese vocablo no había ninguna conjunción disyuntiva acompañada de la palabra "pechuga". Luego, tendidos en la cama, exhaustos, me daba cuenta de cuánto echaba de menos ella a ese joven deportista que aún no se había bajado de la bicicleta.
¡Lo que daría porque fuese ya de día y su dulce voz me susurrase "lavavajillas", "espumadera" o "colesterol"! Pero en cuanto caía la noche, se empeñaba en pronunciar la palabra "muslo" y, aunque yo me resistía, se me hacía la boca agua sin poderlo evitar. Sobre todo, si detrás de ese vocablo no había ninguna conjunción disyuntiva acompañada de la palabra "pechuga". Luego, tendidos en la cama, exhaustos, me daba cuenta de cuánto echaba de menos ella a ese joven deportista que aún no se había bajado de la bicicleta.
martes, 15 de marzo de 2016
El día último
Semana 21 del concurso Relatos en cadena, organizado por @laventana y @deescritores. La frase de inicio, que dejó la amiga Laura Garrido, era "Serán solo cien palabras". Y estas son mis dos propuestas.
El día último
Serán solo cien palabras las que escribirán
en el informe. Pero no dirán nada de esa muchacha que conduce su pequeño coche
azul; esa, que se ha detenido ante el semáforo en rojo y que mira con tristeza cómo
el camillero sube al viejo en la ambulancia. Tampoco sabrán que llama “de
borreguito” a esas nubes que consigue entrever mientras lo cargan en el
vehículo. Como le enseñó su madre. Ni que conserva en la lengua el sabor de la
papilla de frutas que le ha dado su nuera para merendar. Serán solo cien
palabras: varón, blanco, 85 años. Causa de la muerte: infarto.
-Serán
solo cien palabras-, intentó convencerlo su mujer.
Él
observó con sorpresa un brillo nuevo en sus ojos, tan secos habitualmente.
-Creo que
aún estás a tiempo-, insistió ella esforzándose en pronunciar la erre mientras
le tendía el teléfono.
El hombre
pulsó los números de la pantalla y habló sin acento, a pesar de los treinta
años que hacía que vivía en Berlín.
-Papá,
soy yo-, susurró el hijo, con emoción contenida. -¡Perdón!
-Gracias-,
respondió el padre con la voz más dulce que había empleado jamás.
lunes, 1 de febrero de 2016
La última batalla
Esta es Ascensión Mendieta, una anciana que ha pasado toda su vida luchando por recuperar los restos de su padre, Timoteo Mendieta, que fue fusilado por los franquistas. Conocer su historia me conmovió y me sirvió de inspiración para escribir el relato con el que he participado en la semana 17 del concurso Relatos en Cadena que organizan @laventana y @deescritores. La frase de inicio era "Subir de nuevo a la habitación". Esta vez, no ha habido suerte en el concurso. Pero Ascensión, por fin, ha logrado un poco de justicia: ya tiene los restos de su padre. A sus 90 años, luz al final del túnel.
Subir de nuevo a la habitación con
sorprendente ligereza; pisar con firmeza los escalones de la vieja escalera y
no hacer ni caso al sonido del crujido de huesos y madera; abrir la puerta y
recibir una vaharada de densa penumbra en el rostro; pasar los dedos
nerviosamente por la suave colcha de hilo de la cama; acariciar la vieja fotografía
amarilla, tan querida y, con el último aliento, decir en voz alta: “Madre, por
fin hemos encontrado la fosa donde enterraron a padre”. Y abrir, después de 80
años, la ventana al sol.
Y otras escaleras me han inspirado el segundo de los relatos: las que condujeron a Alejo García al locutorio de RNE donde aquel 9 de abril de 1977 anunció al mundo la legalización del PCE. Fue un auténtico
Sábado de Gloria
Subir de nuevo a la habitación insonorizada
de donde acababa de salir, atropelladamente, esquivando mesas y sillas a la
velocidad del rayo; notar cómo el sudor empapaba su camisa y cómo la corbata le
oprimía ahora aún más el cuello; hacer un gesto al compañero desde el otro lado
del cristal; sentarse todavía sin resuello a esperar a que se pusiera el piloto
en rojo y anunciar, con voz entrecortada, que este 9 de abril de 1977 iba a
cambiar la historia.
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