Pero ya nada sería igual desde
aquel primer día en que olvidó reñirme por tirar los calzoncillos sucios en medio de
la habitación. Dejó de andar por casa a todas horas con el plumero en la mano y
ahora el polvo se acumula sobre las fotografías de nuestras vacaciones. Incluso
su caligrafía se volvió más redonda y dejó de escribir esas tes puntiagudas
como cuchillos. Nada es lo mismo desde que volvió a maquillarse y a cuidarse el
cabello. Y no le reprocho que ni me mire desde que supe que, hasta entonces,
habíamos vivido la vida de otros.
("Benditas rutinas". Mi participación en la VIII Edición de Relatos en Cadena, organizado por @laventana y @deescritores. A partir de la frase "pero nada sería igual" y en menos de cien palabras...)
Hola Lidia. Cómo me gusta volver a leerte y saber que sigues dentro de esta increíble lotería. Me quedo por tu casa y te sigo de cerca. Un abrazo :)
ResponderEliminarLidia, me gusta esta historia de rutinas que dejan de serlo para empezar a ser uno (o una, creo, en este caso) mismo/a. Un abrazo y suerte para la próxima.
ResponderEliminarUn relato para pensar Lidia, de los que extienden su manto más allá de las palabras.
ResponderEliminarUn abrazo, me alegra que te aficiones a los despojos, la familia crece.
Ufff parece que es un reencuentro duro con el propio ser. Todos vivimos diferentes vidas y muchas veces no son la nuestra.Interesante texto.Abrazos y suerte.
ResponderEliminarBuenísimo, Lidia, seguro que lo han tenido en cuenta hasta el último momento.
ResponderEliminarLas rutinas a veces nos hacen languidecer, y si conseguimos despertar de ellas no siempre nos reconocemos.
ResponderEliminarBuen relato Lidia, de los que se quedan en la cabeza del lector dando vueltas.
Suerte para la siguiente.
Historias de rutinas bien llevada hasta el final. ¡Me alegro de que participes en el REC! y que alimentes tu blog con estas entradas.
ResponderEliminarYa sabes donde me tienes, allí siempre estoy.
Un besazo Lidia y mucha suerte, ¡mucha!