lunes, 24 de febrero de 2014

Insomnio a la manera de Belén Esteban



Camino, camino y camino. Me gustaría no tener que utilizar papelitos y un lápiz pequeño que rescaté del cajón de los cubiertos. Sí, de los cubiertos. En esta casa no está definido qué utensilios son para comer y cuáles para pensar. Camino vestida como si aún estuviera embarazada e imagino que un cable invisible va transformando mis pensamientos en palabras que escribir en un papel. O en el aire.
Y escribo en castellano porque a estas horas insomnes no soy más que pura literatura, en el sentido más sobado del término. ¿Y en qué otro idioma podría escribir que soy lo que no soy o lo que ya no quiero ser, o lo que fuera que fui y dejé de ser?
Podría escribir "como una traza azul preñada de malos augurios". Pero no.
Te dije "al final la vida son cuatro frases que se te han quedado grabadas e intentas amoldarte a ellas, caber en esa idea". Todo es literatura. La vida imita a la literatura. La vida imita al arte.
Camino, camino y camino. Saco un papelito del bolsillo de la cazadora y  con mi lapicerito gastado escribo: "La vida es una mierda". Así, por costumbre. Como el viejo que lleva todo el santo día el palillo entre los dientes. O la madre que reza un padrenuestro para hacer un huevo pasado por agua. Por costumbre. La vida es una mierda, escribo por fin. Por costumbre también.
¿Te acuerdas de cuando estaba tan delgada? La pasión me consumía. Literalmente y literariamente. Escribía las cosas que pensaba que sentía y tanta pasión ponía que llegué a caber en una 36. Ahora ya no sé qué siento, si es que siento algo, y ya vamos por la 40 y podemos empeorar. Unas engordan de felicidad y otras de aburrimiento. Por costumbre. Todo lo hago por costumbre.
Por costumbre callo. Pero en mi cabeza resuenan a cada momento voces que son las mías llamando a las cosas por su nombre. ¿Y si me atreviera un día? Pero ya sabemos que si quieres formar parte del club hay que ser más listo y volverte mudo y decir a todo que sí, o decírtelo a ti misma,  en el baño, por si acaso, cuando no hay nadie en casa. Se ha de ser muy valiente para no querer formar parte del club.
Y una madre de familia numerosa y de 46 años (casi 47) no es que forme parte de ningún club: es un club por ella misma. ¡Que familia más bonita que tienes! Los cojones, te apetece decir todo el rato. Pero callas. Por costumbre. Por las reglas del club, que son muy estrictas.
Te dije que si un día escribía una novela, un libro, algo, te lo iba a dedicar. Pero el tiempo lo llena todo de polvo y de olvido, es igual que sea la vieja cómoda de tu abuela o un sentimiento de esos que van acompañados del "para siempre", que suele durar un suspiro. Un año o dos, o diez. Un suspiro. Tendría que poner en la dedicatoria "para todos los nombres que caben en P", para todos mis lo que pudo haber sido. Todos esos nombres que me he ido encontrando en este trayecto, la mayoría de las veces sin ver por la niebla, como el rastro de un sueño (Herman Hesse). Así que en lugar de encuentros han sido encontronazos de los que he aprendido muchas cosas. La principal, a saber: si vuelve a suceder lo mismo, actuaré de manera diferente, y el resultado de esa acción (o inacción, vete tú a saber qué tocará en ese momento) será mucho mejor. Claro, como nunca sucede lo mismo dos veces ("nunca te puedes bañar dos veces en la misma agua"; Heráclito), no puedes actuar de manera distinta. Y la vuelves a cagar. Hay mil formas de cagarla. Todas diferentes y todas iguales porque toda la mierda es la misma mierda. Como la vida. Y que conste que lo digo por costumbre.
¿Qué cojones podría escribir yo? ¿A qué cojones podría ponerle una dedicatoria? Imaginemos dos escritoras de éxito. Guapas, buenas en su oficio y supongamos que tienen el mismo nombre. Carmen, por ejemplo. Una es hija de diplomáticos, ha viajado por todo el mundo, ha ido a los mejores colegios, ha mamado Chopin, Mozart y Durero. La otra es de una familia normal, nacida en un pueblo normal y con unos padres normales que tenían, pongamos por ejemplo, un bar. Obviamente ésta ha mamado anís del Mono. El sustrato. Eso es lo que las hace diferentes. ¿Cuál sería mi sustrato?, ¿de qué podría escribir yo? ¿Ya he dicho que la vida es una mierda? No me lo tengáis en cuenta. Es la costumbre. Es un tic.



2 comentarios:

  1. Es magnífic este relat!! Es com veiem el món però no ho traslladem, casi mai, a paraules. Tú sí que saps fer-ho!. Espe Arjona

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  2. Moltes gràcies. Crec que de vegades algú em dicta les paraules a l'orella. D'altres, escolte el silenci.

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