Por la tarde, tengo cita con Anita, una profesora muy simpática que intenta enseñarme algo de alemán. Das ist eine Banane. Das ist meine Banane.
Los martes me visita la señora C. Es una mujer de 85 años (en absoluto una anciana) que ha tenido una vida llena de vicisitudes. Se supone que voy a escribir sobre ella, pero en realidad hacemos terapia. Pongo la cafetera, saco el chocolate y las galletas, la escucho, se me llenan los ojos de lágrimas e intento disimular. "¿Lo dejamos por hoy?", me pregunta, dulcemente, cuando revive algún recuerdo tan doloroso que todavía no está preparada para compartir conmigo. C. no es en absoluto dulce, sino una mujer hecha de pedernal, rocosa. La dulzura es sólo para reconfortarme. Ella a mí. Y lo consigue. Terapia.
Los miércoles voy a clase de valenciano con Manolo Carceller. Es una hora y media llena de risas y buen humor... y aprendizaje. Ase, somera; pallasso, pallassos; plebeu, plebea.
Los jueves... pues los jueves los reservo para lo que no tengo tiempo de hacer el resto de los días. Porque los viernes tengo una cita delante del Palau de la Generalitat, a las 12 y 19 en punto. Moniato, moniato, moniato! Fabra, dimissió! RTVV tornarà!
Y camino, y voy a la compra, y cocino, y limpio, y escribo, y hago disfraces con bolsas de basura, y cuido de mis (tres) niños, y voy a la peluquería, y quito por fin esas telarañas de la lámpara, y, y, y. Y gracias que tengo un marido que también está en el puto p y lo que sigue, que si no...
Mis días están llenos de tareas, muchas más que cuando estaba trabajando. Algunas, poco agradables; otras, como escribir, repletas de ilusión y espero que de futuro. Así que a veces pienso que aún te voy a tener que dar las gracias, Alberto. Igual aquel 29 de noviembre me hiciste un favor. Igual aquel 29 de noviembre me hiciste una mujer.
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